martes, 27 de octubre de 2009

HUELVA MARINERA



Ir a Huelva y no pasar por la plaza de abastos a ver los
puestos de pescado es como ir al colegio y no leer.
(No llevaba cámara y tuve que hacerlas con el móvil.
De ahí la mala calidad)

Hoy se me presentó una magnífica ocasión para viajar a Huelva capital y no desaproveché la oportunidad.

Había vivido allí durante 5 años y se me apetecía renovar mis recuerdos.
En aquella época fijé mi residencia en la calle Macías Belmonte en el Molino de la Vega. Una barriada de personas humildes y trabajadoras.
Mientras estuve trabajando, apenas si tenía tiempo para conocer a los vecinos y eso que la oficina estaba en la calle Arcipreste Manuel González García, junto al Ayuntamiento.
Cuando finalmente el contrato se extinguió pude dedicarle algo de más tiempo a mi familia. Y no porque mientras que el trabajo duró no lo hiciera pero, en cierto modo necesitaba hacerlo. Durante el tiempo en que trabajé para esta constructora apenas si tuve vacaciones y este despido, que dicho sea de paso, lo hizo mi jefe con su mejor intención, me vino bien.
¿Y por qué con su mejor intención? Pues sencillamente porque había preparado un desfalco o estafa a gran escala y que ni voy a decir nombre ni tampoco a quienes, pero sí la cantidad: 90.000.000 de las antiguas pesetas.
Tiempo más tarde me enteré de esta faena por medio de los arquitectos técnicos que también trabajaban conmigo. Entonces fue cuando entendí ese despido que, aunque legal por cumplimiento de contrato, no me cuadraba con lo que con anterioridad me comentaba que estuviese tranquilo que trabajo con él nunca me faltaría. Comentó que yo en el tiempo que trabajé con él había sido trabajador, constante, considerado y que por nada del mundo quisiera verme salpicado o involucrado en su jugarreta.
Fue una época de paréntesis en mi vida. Posiblemente por ser circunstancial o porque ya que mi etapa de trabajador había terminado, la cuestión era volver a Sevilla donde tenía mis raíces.
Pero mientras viví en Huelva hice muchas amistades. De todo tipo.

Romualdo “el barba” era un personaje algo insólito. Había pertenecido a una familia adinerada de un pueblo cercano a Huelva, pero que por sus andaduras y tonterías con la bebida y la droga terminó siendo desposeído de la supuesta herencia de la que en vida podía disponer y que de hecho casi la tira por la borda. Finalmente tuvieron piedad y le fue dispuesta una cuota mensual que, junto al subsidio de desempleo –efímero jornal- podía subsistir en una alcoba arrendada en la misma calle en la que yo vivía.
Era pequeño, de un metro cincuenta a un metro cincuenta y cinco de estatura, algo encorvado, delgado, de nariz aguileña y ojos pequeños pero muy astutos y su barba perfilada. Su indumentaria era algo rancia, se veía la brillantez de los filos de la bocamanga que denotaban la falta de reemplazo o de sustitución. Su aspecto era más bien de indigente, aunque cuando conversaba lo hacía con conocimiento de lo que trataba y su expresión era delicadísima.
De habernos visto varias veces nos saludábamos y de vez en cuando tomábamos conversación insignificante y que rápidamente cortábamos.
Un día vi cómo salía de su alcoba con unos aparejos de pesca y ahí fue cuando verdaderamente empecé a conocer a este sujeto. Le hice unas señas desde mi balcón para que me esperase. Asentó y le pregunté cuando estaba junto a él que si le gustaba la pesca porque a mí me encantaba. Esbozó una sonrisa y me dijo:

- Pues mira voy al Puente de Corrales, ese que tenemos aquí a unos 10 minutos andando. Si lo deseas, vente conmigo, echamos un rato de charla mientras intentamos pescar algo. Llevo dos cañas y creo que nos bastará.

- De acuerdo, le contesté, aviso a mi mujer y enseguida estamos en marcha.

Durante varias semanas fuimos invariablemente a la misma hora. Unos días pescábamos algo, nada que merezca la pena recordar, aunque siempre se los quedaba él por razones obvias y otros, los más, nos volvíamos tal como nos habíamos ido: charlando y contándonos parte de nuestras vidas y sin nada en la mochila.
Vivimos en ese espacio de tiempo muchas anécdotas y vivencias que aún hoy al recordarlas se refleja en mi rostro una leve sonrisa, pero sobre todo una en particular.
Este Romualdo era un tipo con bastante humor y no desdeñaba una ocasión para gastar bromas o contar algún chiste.
Cierto día, estábamos los dos solos en el puente, apareció un tipo bien arreglado, con vestimenta estival. Pantalón blanco, camisa de manga corta de tonos suaves y refrescantes, zapatillas color beig de rejillas y con un olor a perfume caro que más parecía que iba a una fiesta que a pescar. Se paró junto a nosotros y nos preguntó que si en el puente se solía pescar bastante. Nos miramos y adelantándose a mi contestación dijo Romualdo:

- Sí, pero si va al otro extremo del puente no nos molestaremos y seguro que pescaremos más que si estamos aquí los tres juntos. De hecho, le comentaba a mi compañero que se desplazara unos metros para estar más desenvueltos y más libres.

- Muchas gracias. Es la primera vez que vengo aquí y me alegro que me aconsejéis. Es cierto que de esta manera pescaremos mejor. Hasta luego y gracias de nuevo.

- De nada –dijimos ambos-¡y suerte!

El hombre se fue y cuando ya llevaba unos quince metros recorridos le pregunté a Romualdo:

- ¿Por qué le mandaste al otro extremo? Podemos perfectamente pescar los tres sin estorbarnos.

- Tú deja que yo sé lo que me digo. Vamos a reírnos un rato.

Cuando el buen hombre hubo llegado al otro extremo del puente, preparó sus artilugios, no exento de una gran preparatoria que, con todo lujo de detalles y que íbamos observando desde nuestra posición tan esmerados preliminares.
Por fin apoyó la caña sobre la barandilla del puente, después de un lance verdaderamente espectacular, y entonces imaginé cuál sería la broma y ya empecé a reír aunque poco.
Generalmente en la punta de la caña se coloca un pequeño cascabel que, al menor cimbreo de la caña, éste empieza a sonar. Y eso significa que un pez picó el anzuelo. Dejó Romualdo pasar un pequeño espacio de tiempo, hasta que nuestra “victima” confiada, se sentó en el quitamiedos que protegía el paso para viandantes y sacó un periódico dispuesto a leerlo.

- Ven, siéntate aquí en el filo de este quitamiedos y observa, dijo Romualdo con su socarrona sonrisa.

Nos sentamos y acto seguido, con sus brazos pegados al cuerpo, hizo un ademán de levantarse a pulso e inmediatamente con el pie soltó un zapatazo con la suela en la barandilla del puente. A los aproximadamente 5 segundos volvió a soltar otro y se volvió a acomodar en el quitamiedos.

- ¿Por qué le das dos veces? ¿No ves que la vibración de la barandilla tarda en llegar?

- Por eso lo hago. Mira, el primero hará que suene el cascabel, pero un pescador espera a un segundo movimiento del cascabel y así se cerciora de que algo picó.

Al instante sonó el cascabel y este hombre, como un resorte, bajó el periódico y quedó observando la punta de la caña. Al segundo toque, cuando la vibración llegó, soltó el periódico, mejor dicho, lo tiró, cogió la caña rápidamente y empezó a recoger la tanza tan vertiginosamente como le era posible. Como estatuas quedamos mirando cómo recogía y simulando interés a ver qué había pescado.
Al ver que el anzuelo venía con menos carnaza que cuando la lanzó, éste gritó mirándonos:

- ¡Se escapó!

- Habrá sido el ruame*, le contestó Romualdo.

- ¡No, que va! Ha sido un bicho grande. Por los tirones que ha dado. ¡Pero este cae seguro.

Para que su esperanza no fuera en vano, Romualdo volvió a dar un par de veces más a la barandilla, hasta que ya, harto de reír le dije que dejara ya la broma. Después de un buen rato, el pobre hombre aburrido, recogió y se marchó. Al pasar por nuestro lado nos dijo:

- ¡Una lástima, porque era un buen pez! ¡¿Qué le vamos a hacer?! Otro día será. Pero al menos me distraje porque picar han picado.

- Aquí el único que ha picao has sio tú, -comentó el barba cuando ya se había alejado el tipo.

*Ruame: Peces muy pequeños o animales que chupan la carnaza y se la comen sin ser apenas notado por el “cascabel”

jueves, 22 de octubre de 2009

RESTAURANDO EL PARQUE DE MARÍA LUISA



Invariablemente he sido un entusiasta de la naturaleza. Me ha encantado vivir días de campo, respirar aire oxigenado, imaginar que este aire no va a los pulmones, sino al cerebro. Es una forma inteligente de refrescarte la masa encefálica y un método eficaz para limpiar y excluir malos humos que te envenenan el pensamiento y de paso emblanquecerte internamente.

Tengo la suerte de tener muy cerca el Parque de Mª Luisa, pero en los últimos tiempos fue algo desidiado por los alcaldes que precedieron al actual. Quizá hicieron otras cosas que beneficiaron a otras zonas o a otros intereses, pero en lo que a la zona verde se refiere, dejaron muchos huecos, ya no digo vacios, sino sin haberlos visto ni de lejos.
Para aquellos que sólo han oído hablar de este grandioso parque pero que no conocen su historia quiero, antes de continuar, exponérsela brevemente. Muy extractada porque relatar la historia del Parque de Mª Luisa, entre otras cosas, requeriría exponer más de un siglo de historia hispalense pues Sevilla entera está de muchísimas maneras ligada a este recinto.

El Parque de María Luisa, sitio emblemático y representativo de la jardinería sevillana, fué donado en testamento por la Infanta María Luisa Fernanda de Montpensier, en el año 1893 a la ciudad de Sevilla.
Inicialmente comprendía desde el Palacio de San Telmo hasta la Huerta de Mariana, hoy conocida como Plaza de América. Ocupa una extensión de aproximadamente 39 Ha. (389.700 m.cuadrados).
El principal artífice de que este Parque ostente la categoría de "Universal" se debe al ingeniero francés Jean-Claude Forestier que en 1911 introdujo innovaciones tales cómo pequeñas parcelas con flores de la tierra -jardines-, fuentes hechas de cerámica de Triana y un sinfín de pequeños detalles, eliminando el estilo seco y tosco que tenía de origen inglés, desechando además la moda francesa de Jardines extensos y geométricos. Dio, en definitiva un sello personal muy acorde con los gustos, tradiciones y el carácter sevillano. Tuvo, sin embargo, la inteligencia de mantener los grandiosos árboles, como el Magnolio, ya que gracias a ellos podemos disfrutar de la sombra y el frescor en los calurosos días de verano hispalense, conservando en el interior del Parque una temperatura de entre 28 a 34 grados -agradable para los nativos- mientras que en el exterior "disfrutamos" de los 40 y picos.
Este parque fue continuamente reformado y conservado, manteniendo su esencia, entre los años 1912 y 1922 y ya, en conmemoración de la Exposición Ibero-Americana del año 1929, se le agregaron nuevos edificios que contribuyeron a realzar la belleza de este recinto, cómo son la Plaza de España, Pabellón Real, Museo Arqueológico y Pabellón Mudéjar.
Como dato a destacar son los 3.500 árboles, 1.000 Palmeras, aproximadamente 1.000 naranjos agrios o amargos y más de 100 especies diferentes de arbustos.

Como habrán podido observar, el mantenimiento de este Jardín del Edén, que así le llamo, es laborioso y costoso, pero que en modo alguno es motivo que justifique el estado de casi abandono que casi durante diez años estuvo.
Este sábado quise volver a este Parque por varios motivos. El fundamental porque le temía en este puente a la carretera –que resultó no ser tan frecuentada como imaginé-, también porque me apetecía llevar a mis nietas a que disfrutaran con las palomas, -que no viceversa porque los arbejones (semilla gramínea y que no encontré en el diccionario) que comieron bien lo tuvieron que sudar-.
Mi grata sorpresa fue que el Parque casi por completo está restaurado. Y no sólo han limpiado los estanques, como puede verse en la fotografía, sino que sus fondos han sido pintados con pintura impermeable blanca, y extraordinariamente restaurado en cerámica, plantas y cualquier otra unidad que compone el todo de este inmenso espacio floral.
Las estatuas han sido limpiadas con el máximo esmero, dándole un esplendor y una belleza que hace años no recordaba.





Al pasar junto al estanque de los Leones, justo detrás del Monte Gurugú, observé que están pintando los fondos de éste. Tenían dos pintados y quedaban otros dos. Será algo digno, algo donde el espectáculo visual tendrá como recompensa la transparencia del agua y el remanso del placer. Estar ante un susurro que entona el chasquido del chorro al chocar con el agua del estanque y un bálsamo para el espíritu.

Prometo traer fotos de este estanque de Los Leones.

Un saludo.

viernes, 9 de octubre de 2009

INCOMPATIBILIDAD DE CARACTERES (incluye parte II)

Durante bastante tiempo, concretamente 8 meses, he estado en un estado de letargo o de hibernación impropia de mi. Quizás unas veces por desidia, otras por poco tiempo puesto que abrí un Café-Bar y me absorbió gran parte de mi tiempo y con ello también gran parte de mis ganas para dedicarme a escribir algo.
Pero ya varios amigos, entre ellos el joío Delars, me achucharon para que volviese para martillear este invento a base de relatos o vivencias.
Me lo he pensado mucho porque no es plan de recomenzar algo y al poco tiempo abandonarlo de nuevo. Mis millones de lectores nunca me lo perdonarían. ¡Gracias por volver a leerme! Os prometo no defraudar.


“¡Cómo son las cosas! De modo que…” Es el modo con que la gente suele comenzar una conversación cuando quiere criticar algo o alguien. De todas las críticas, las de las bodas y los matrimonios son las que se llevan la palma. Y no porque no hayan temas cotidianos que sean el pan nuestro de cada día. Es que a las mujeres lo que más le chincha o les jode es que una pareja sea “bien avenida”. En serio. ¡Y eso que es lo que todas con mayor ahínco buscan! Aunque ahora ya menos por aquello de que tanto unos como otras tienen los mismos derechos y se hace difícil abordar este tan delicado tema sin caer en el tópico de machista.
Particularmente estoy a favor de los derechos de la mujer y nunca me atrevería a dudar de su inteligencia. Es más, creo que son, al menos así me lo parece, más intuitivas, inteligentes y sobre todo, tienen un poder para sobreponerse a los reveses que da la vida infinitamente superior a los hombres.
Aclarado esto, prosigo. Es un tema que no tiene desperdicio. Empezaré por una breve historia y en ella, más adelante me centraré.

Es un sábado cualquiera del mes de Junio, las 9 de la mañana. Se respira un ambiente anómalo en la barriada, mucha gente en la calle, pero casi toda alrededor de una casa.

-¡Se casa la hija de Maribel, la Yoli! Si, esa que es tan finita y que tiene un novio de Granada. Mú trabajador el muchacho, lástima que esté tanto tiempo sin trabajo. Ella está ayudando a su madre en su casa, haciéndole la faena, porque no encuentra trabajo tampoco… ¡y mira que está bien prepará la chiquilla! Se preparó hace tres años en una academia de mecanografía y sabe de papeles y de pluma. También sabe de ordenadores porque según me dijo Paqui dice que se mete en intesné y ahí conoció a Pedrín, el chico con quién se va a casá. No sé cómo ni por qué se van a meter en este jaleo del casorio…¿estará embarazá?

-¡Que va! Lo que pasa es que, según a mi me dijo mi vecina, el dinero pa la boda lo va a poné el suegro de él, o sea Manolo que dice que le tocó los cupones y, claro, así se pueden casá.

-No creas. Porque Manolo le ayudará a pagar los gastos de la boda, que creo que va a ser por tó lo alto, pero ¿siempre va a sé así? Mujé, alguna vé tendrán ellos que aviárselas por si solos, ¿no? Vamos, digo yo.

-¡Mira, mira, ahí llega el coche de caballos.

-Pero oye, ¿con carroza y tó van a casarse? Pero si la Iglesia está a menos de cincuenta metros. ¡Cómo son la gente, hija! Por aparentá que no quede. Si se fueran andando po ya tendrían algo más pa podé tirá palante algún que otro día má.

-Ay, Maruja que no te enteras. El bodorrio lo paga el padre de ella y no quiere reparar en gastos.

-Ya me enteré, pero si ese dinerito se lo mete en un sobre y se lo da pa cuando les haga falta, po mejó, ¿no? O le abre una cartilla de ahorro… ¿Pero porqué se para el coche de caballos antes de llegar a la casa?

-Mujé, hay mucha gente delante de la puerta y seguramente la novia todavía no estará arreglá y estará haciendo tiempo ahí.

-Po me parece que se ha parao porque los caballos también cagan. Mira la moñiga que acaban de soltá. Y el “chofer” o como se llame sa ido al bar a tomarse algo. ¿Has visto como viene vestío? Parese una cucaracha. Y er sombrero que lleva tan empinao y tan negro que parece uno de esos que llevaban las carretas de los entierros, cuando los caballos llevaban plumas en lo alto de la cabeza.

-¡Hija que fúnebre eres! ¡Mira que acordarte ahora de eso!

Esta es una de las cientos de charlatanerías que se daban en corrillos mientras se esperaba con impaciencia a la salida –digo salida de salir hacia fuera, no de estar “salida”-de la novia.

La ceremonia duró lo que tarda en pre signarse un cura loco. Después fueron al Cortijo Andalú que habían arrendao y los invitados esperaron pacientemente a que los novios llegaran del estudio fotográfico al que habían ido, que no solo estuvieron allí, sino también adonde el fotógrafo los llevó: a un lugar emblemático de la ciudad para resaltar más la hermosura de la novia y la elegancia con que el novio iba vestido. Una vez llegaron los novios, ese grito repentino de algún invitado anónimo –de esos que se cuelan y para no ser descubiertos hacen precisamente esto- .¡¡¡Vivan los novios!!!

Hasta altas horas de la madrugada duró el evento.

Un evento en el que no faltó de nada. Canapés, frituras, cervezas, vino fino, refrescos, todo esto antes de entrar al salón que es una forma de entretener al personal hasta que lleguen las estrellas del festejo.

No es necesario decir que las dichosas cotillas también estuvieron invitadas. Invitadas por su cuenta. No era un convite de esos que se pagan cubiertos, más que nada para tener controlao al personal que va a “filete” y que no está invitado. Es por eso que en cada mesa sitúan un cartelito con los nombres de los que van a ocupar las sillas que rodean esa mesa. Por norma suelen los novios hacer estos repartos y son tan delicados que sitúan a los familiares más allegados cerca de ellos, después a los familiares que, aunque lo sean, son menos. Vamos, que son invitados por el qué dirán… después las amistades más intimas y finalmente la “morralla”, que son invitadas de compromiso pero que te dejan el sobre, que supuestamente suele ser mayor el contenido que el precio del cubierto.

Tanto la Maruja como la Vale, que como dije, se autoinvitaron por esa confianza que da ser vecinos de los contrayentes. Vestidas con su traje de verano estampado, la una, de esos que el domingo anterior lo adquirieron en el mercadillo de los gitanos por 5 € y que muy pomposa ella iba diciendo que su marido había cobrado una extra y que se fue enseguida al Corte Inglés porque su vestuario ya necesitaba un cambio.

-¡Qué bonito!, ¡qué bonito!, ¡pero que requetebonito es este cortijo! Vale.

-Maruja, mira qué bonito es esto. Me habían hablao mucho de este cortijo, pero hija, es que sobrepasa lo que había escuchao. ¡Qué salón!

-Mira, fíjate las mesas como están puestas. ¡Qué manteles! ¡Que lujo! ¡Qué poderío! Fijate las lámparas, con más lágrimas que yo cuando llega fin de mes…Uys. Vamo a sentarno que nos quedamos sin sitio, tú.

-Sí, vamo…oye, vamo pa´lante que estoy viendo en un tablao y eso es que va a vé flamenco y cante por tó lo alto.

-Déjate de irno pa´lante que cuando empiece el cachondeo va a sé mu tarde, va a vé mucho borracho suerto y tenemo que salí por pata. Mira, Vale nohotro hemo venío a meté el ojo y a meté por la boca lo que podamo. Aluego me aserco a la novia, tú me dá er dinero que vaya a meté en er sobre, yo se lo doy con er dinerito de lah dó y nos vamo.

De eso nanay, miarma. Que dehpué resa que tú le diste er sobre y queas como una amiga y yo, ¿qué? Nanay. ¡¡Vamo lah dó!!.

-¡Hija! Qué marpensá ere. Yo lo hacía con la mejó intensión.

-Si claro, la mejó intensión pa ti. ¡Anda, vamo a sentarno que mira, ya están saliendo los camareros con los platos de jamón, queso y gambas. ¡Uhm, cómo noh vamo a poné Maruja! Aligera y vamo a sentarno en esa misma de enfrente.

-Si vamo, no sea que luego sea demasiao tarde, jajajaja.

Al día siguiente de la boda las “cotorras” son las que llevan el protagonismo durante todo el día. Que si hay que vé el vestido tan hortera que llevaba Zutanita, que si la pamela tan estirá que llevaba Menganita que parecía un ratón debajo de una taza, que si ¿te fijaste en el novio de la sobrina de Maruja? me parece que ese tío está majara o le da a la droga porque ¡cuidao como está de incapá!, que si hay que ver cuánto regalo han cogido pero total, pa lo que les va a servir… mejor que le hubieran dado el dinero que le iba a hacer más falta.

En fin. Un mar de cotilleos y de malintencionadas criticas que, más que ser imparciales, servían de alivio explayando esa mala envidia que da el ir bien vestido o también otros que iban vestidos de manera que no tenían el más mínimo sentido del ridículo sin importarles el ¿qué dirán?. Que de todo hay.

Tanto la ceremonia, como la fiesta de celebración y todo el ajetreo que esto lleva consigo, poco a poco fue diluyéndose durante el día siguiente y cayendo en el olvido. Ya solo quedan los novios. Los protagonistas de la historia, de esta historia.


CAPITULO II

Yoli y Pedro quedaron solos. Ya llevaban una semana viviendo como matrimonio en el pisito que su padre les había comprado, bueno, que les había pagado la entrada y el compromiso de pagarles durante un año la cuota mensual de la hipoteca.

Sin que apenas se hubieran dado cuenta pasó ese año que presumidamente sería y de hecho fue feliz. ¡La importancia del dinero, que determina el grado de felicidad en la mayoría de las personas! De la mayoría no, de todas. El dicho de que “el dinero no da la felicidad” se lo inventó un multimillonario porque yo no he visto a pobres o indigentes que sean felices, o sea…

No todos los novios se encuentran con una oportunidad de esa magnitud y, mientras esta gloria duró, todo fue sobre ruedas de tal modo que incluso llegaron a tener un niño muy lindo y que todo el mundo le sacaba parecidos. Unos, que si tenía los ojos del padre, las más que los labios eran un retrato de los de la abuela. Cosas de la gente que, a falta de estar entretenida en su casa haciendo cualquier cosa útil, van a seguir la vida de la primera que se les antoje.

Normalmente este tipo de personas tienen la rara habilidad de llevar cuenta y media de la vida de los demás, sin darse cuenta que la vida de ellas también es llevada por las “amigas íntimas” que, cuando no están conversando con ellas, es porque están conversando de ellas. O sea, cortándoles un vestido, como suele decirse por estos andurriales.

Centrándonos en la pareja, ésta ya no estaba tan compenetrada ni tan feliz como el día en que se casaron. Ambos seguían sin encontrar un trabajo digno. Esporádicamente ella iba a limpiar una casa, pero le pagaban poco, mal y tarde, así que decidió dejar de ir a esa casa y quedarse en la suya propia centrándose más en el cuido de su hijo.

Pedro, por su parte, había conseguido un empleo de estos de contrato basura y que duró apenas 15 días. Los días se les hacían larguísimos y a falta de algo mejor que hacer dedicó su tiempo a frecuentar los bares de la barriada, que por cierto, eso sí que no falta. El padre o mejor dicho, su suegro dejó de pagar su hipoteca, tal y cómo le prometió de manera que las trampas le agobiaban. Ya su semblante no era el mismo. La embriaguez era su estado normal y los nervios por su situación siempre estaban a flor de piel.

Los enfrentamientos con Yoli eran diarios. Voces altas, recriminaciones en las dos direcciones ya eran tan corrientes que poco a poco el respeto y la apatía fue adueñándose de los dos.

-Así no podemos continuar, Pedro. Este ambiente en la casa ya se está poniendo demasiado denso. Me llegas a diario borracho, no echas cuenta de nada, me cargo todo el trabajo de la casa y lo peor es que ni siquiera miras a tu hijo cuando bebes. –Hizo un paréntesis y continuó- Esos amigos que te pagan la bebida, ya podrían buscarte algo donde ellos trabajan. O busco yo y tú te quedas haciendo la casa y cuidando del niño. Así que, tú mismo y, quiero que me contestes ahora porque a esto hay que darle una solución. No estoy dispuesta a perder el piso en el que mi padre, no solo puso el dinero sino también mucha ilusión en nosotros. Sobre todo en nosotros.

-Yo salgo por las mañanas con muchas ganas de encontrar trabajo –respondió- pero veo pasar las horas y cuando veo que ná de ná se me viene er mundo encima. No quiero aparecé por aquí por vergüenza y ar finá termino tomándome algo porque algún vecino o amigo me ve tan desesperao que me dice: Pedro, anda, tómate una copita y anímate…¡coño que me animo bebiendo y termino casi borracho! Pero créeme Yoli que lo hago sin darme cuenta.

-¿Por vergüenza? ¿Y no te da vergüenza entrar aquí medio borracho? Pedro, que ya no aguanto más. Esto hay que pararlo ya como sea. Mis padres ya están también hartos de darnos tó los días de comé y eso, eso si que es vergüenza, porque aunque sean mis padres yo también tengo mi dignidad y además doy la cara por ti.

-¿La cara por mi? O sea que ya te ponen en contra mía, ¿no?

-Mira, deja estar la cosa, anda. ¿Tú crees que te ponen verde? ¡No digas más tonterías! ¿O es que en el bar no te ve nadie más que mi padre? Te ve mucha gente y después hablan. Si hay algo que reprochar a mis padres es, precisamente eso: que son demasiado buenos y te aprecian. No hablan mal de ti, al contrario, entienden por lo que estás pasando, pero cuando alguien les dice que te han visto en el bar, no tienen argumentos que valgan para salir en tu ayuda. Pero a mi, en confianza, sí me sermonean. Además, no escurras el burto y se lo eches a mis padres, que ya bastante hacen.

Yoli se refugiaba en casa de sus padres mientras Pedro había prometido, como solía hacer a diario, que estaría buscando trabajo porque su situación se hacía insostenible tanto sentimental cómo económicamente.