Según las decisiones que tomemos
en nuestra vida, así serán las circunstancias que nos rodeen. La vida no es ni
buena, ni mala, ni cruel, ni placentera. La vida es, para cada uno de nosotros
como la hayamos elegido, consciente o inconscientemente.
Nos quejamos constantemente,
estamos incómodos con situaciones que nosotros mismos hemos provocado y sin
darnos cuenta, o sí, culpamos a los demás de nuestras adversidades.
Queremos
ser el ejemplo de vida, de perfección y de armonía, sin reparar en que cada cual
también quiere demostrar lo mismo, o no quiere manifestarlo porque asume su
circunstancia y demuestra con ello su dignidad (llámese en este caso orgullo),
su inteligencia o bien su conformismo. Pero no por ello es inferior.
Y es en ese punto donde emergen
las diferencias, las porfías y las "yo soy mejor que tú" sin
considerar las circunstancias del otro. Nadie es más que nadie, simplemente las
decisiones que tomó uno fueron distintas al otro.
Los factores externos influyen
también en el desarrollo de nuestras vidas. Nadie escapa a enfermedades,
accidentes de cualquier índole o catástrofes, pero son casos puntuales y no
podemos vivir pendientes de que algo de esto nos ocurra.
Distinto es que, una
vez éstos casos acontezcan, tengamos que empezar a reconstruir nuevamente
nuestra forma de vida, pero ésta ya es impuesta por acontecimientos.
Sin embargo y, aunque nuestro ego
permanece intacto, los condicionantes nos obligan a metamorfosear nuestro
quehacer diario. Ya nada es igual, todo se transforma alrededor de la persona y
a pesar de ello no se decidió esta salida ya que fue impuesta.
Por tanto, cada persona es un
mundo, una decisión, una circunstancia y que todos debemos respetar y valorar
porque nadie está exento de una adversidad o condicionante y ver cómo su vida
se transforma en aquello que repudia.
Guillermo García Martín©
viernes, 7 de noviembre de 2014
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