domingo, 2 de noviembre de 2008

Twist, Rock’nroll vs. Rap, Hip-Hop


Todo en esta vida evoluciona. Renovarse o morir. Esa es la cuestión, como diría el universal William Shakespeare, pero en este caso habría que traducirlo literalmente: That is the question. “Este es el problema”.
Porque a través de los años voy dándome cuenta que, contra mayor es la evolución tecnológica, en música parece que en algunos sectores, o no manejan adecuadamente estas tecnologías, o son tan avanzados que no llego a ir a su paso. Me adelantan años luz y eso que mi profesión tiene bastante que ver con la técnica.
El Rock’n roll era, no sólo un baile, era una filosofía de vida. Raro era aquél que en esa época no fuera vestido como dictaban los cánones de la moda, impuesto, claro está, por el marketing estadounidense. Pantalón vaquero marca Lewis o Lois, correa ancha de cuero con grabaciones al hueco –en relieve- de motivos alegóricos del rock’n roll. Hebilla dorada ovalada y repujada de 10 centímetros de diámetro mayor por 6 de diámetro menor, camisa de cuadros, cómo ahora suelen ser las servilletas de tela, de esas que hay en cualquier rincón de la casa, pero de franela. Zapatos de gamuza negros o azules y de pico, de tal manera que si alguno te daba un “puntapié” –nunca mejor dicho- en el trasero, seguro que la punta entraba algo más que el bigote de una gamba. ¿Y qué me dices del peinado? ¡Joder! Pelo larguito por delante, para poder hacerse un buen “tupé” y algo más recortado por detrás, pero lo suficientemente largo para poderse hacer el “mogollón” –pelo peinado desde detrás de las orejas hasta el medio de la nunca-, y a todo esto, el que tuviera pelo moldeable, con brillantina ibas como un maniquí y si el pelo era rebelde pues te juntabas medio bote de fijador Lucky y se quedaba más tieso que las patas de un triguero. Claro que si se te ocurría peinarte, cosa que rara vez sucedía porque el pelo no lo movía ni un huracán, pues empezaban a salir caspa del fijador y se te ponían los hombros que parecía que te había caído una nevá encima.
El baile del rock’n roll ya era cuestión aparte. Creo que hasta el Papa Pío XII tomó cartas en el asunto porque se movían las caderas de modo insinuante y la Santa Madre Iglesia estaba por excomulgar a todo kiski que se atreviera a mover las caderas como lo hacía Elvis Presley. Por otra parte, las niñas de entonces, que iban vestidas con sus faldas a lo Sandra Dee de la película “Vacaciones en Septiembre”, sus calcetines blancos y zapatos de tacón medio alto, sweter –sueter en español- de mangas hasta el codo, ajustado para que se notaran bien los tetamen con escote de punta y en cualquier caso, de color blanco, rojo o rosa.
El peinado solía ser de media cabeza hacia delante, con raya transversal, flequillo que llegaba hasta las cejas, y de ahí para atrás el pelo escardado y recogido detrás con un rodete o moño envuelto sobre sí mismo hacia derecha o izquierda. Iban coquetas, mimosas, pero… ¡ay de aquel que quisiera pasarse!, ya fuera de palabra o de hecho. Mantenían su virginidad a toda costa aún y muy a pesar de ellas. Pero siempre había, para bien de ellos, alguna “chiva loca” o cabra, según el vocablo que usaran las “cotorras” de aquél entonces, que aliviaba de varias maneras. Eso sí, siempre con un tope… ¡el de la virginidad!
En los bailes de antaño, si alguien era algo corto de personalidad no tenía más remedio, si quería ligar, que drogarse. No entendáis esto por lo que hoy llamamos droga. Era una mucho más liviana, que si no estabas acostumbrado a ella te sentaba hasta bien, porque con dos tenías más que suficiente. Se trataba del vino tinto. ¡Joder! ¡cómo te colocaba! Y cogías una personalidad provisional que duraba el tiempo que dura dura.
El Twist, ese baile tan rítmico…tenías que mover los brazos como si estuvieras haciendo albóndigas con los sobacos, mientras que la cintura la rotabas al compás de las piernas, una, estratégicamente situada hacia delante y la otra algo hacia atrás. Cuando movías las piernas, sobre todo la que tenías delante, imitabas el apagao de colilla con la suela del zapato y el pie atrasado acompañaba al delantero pero sin apenas moverlo. Eso sí, la cadera no podía quedar quieta. Cuando te cansabas de pisar colillas o de apretarla contra el suelo, pues echabas el cuerpo hacia atrás y hacías exactamente igual, pero esta vez con el tacón. La de atrás quedaba haciendo el mismo ejercicio. De vez en cuando encogías cualquiera de las dos piernas a un ritmo e inmediatamente la estirabas como si te hubiera dao un patatús. Pero quedaba fisno, oye. Será porque era un baile sumamente sencillo y además trabajabas la cintura, los brazos, las piernas…en fin un conjunto de ejercicios sanos para la salud, aunque algunos mandamases eclesiásticos se empeñaran en decir que era un movimiento provocativo, igual que cuando salió el juego Hulla-Hop, ese aro que te lo pones alrededor de la cintura y haces el movimiento circular con la cadera. Ese movimiento, según los que “cuidaban nuestro valor moral y patriótico” era un meneo que dañaba la cintura, llegando incluso a provocar la parálisis. ¡Qué comedura de coco, tú!
En síntesis, eso era el acontecer de la juventud de los años ’50 ó ’60 en cuanto a baile se refiere. También existían los agarraos, esos que si ella estaba por juntar bien los cuerpos ya pudiera venir detrás de ese baile un rock’n roll o lo que fuera, que lo seguías bailando más pegao que un moco. Más que ná por aquello de la estética. Se veía feo un pantalón con tienda de campaña. Pero si ella quería solamente bailar, le arreaba las dos manos sobre los hombros y le empujaba hacia atrás, de forma que parecía el tío estar colgado de una percha, ella con los brazos totalmente estirados y él de cintura para abajo intentando pegarse. En fin…
El tiempo fue avanzando, las costumbre fueron cambiando, la vida arrasando con la misma crueldad y apariencia de un niño pequeño ¿habéis observado que un niño es cruel por naturaleza? Mientras que las mariposas son unos seres endebles, delicados que revolotean con la inseguridad de un trozo de papel en el viento, el niño, si le pone una en las manos, primero la observa, pero inmediatamente la aprisiona y termina por destrozarla. La vida con nosotros es idéntica.
Y algo así es lo que creo que ocurre con la gente joven de ahora. Después de haber superado el baile de Los Pajaritos y otras sandeces, pasamos a otros bailes, que ésos sí que tenían mérito tal como el Breakdance. ¡Toma rollo callejero! Pero la verdad es que no cualquiera puede bailar eso. Dar vueltas sobre ti mismo, echado en el suelo y sobre una vértebra girar como un trompo o sobre la cabeza… ¡ufff! – tenían más cardenales en la espalda que el Vaticano. De verdad, ante este baile, a pesar de que estéticamente o en plasticidad poco tenía que aportar, en control del cuerpo, equilibrio y habilidad era y sigue siendo único.
Finalmente llegamos a los bailes que ahora están tan de modernísima moda. El Rap y el Hip-Hop. Rap, más que nada me suena a Rapao y el Hip-Hop ya me tiemblan las piernas con la primera sílaba de Hip-oteca y Hop-ear –algo así como menear la cola, en especial la zorra cuando la persiguen.
No sé si son abreviatura de alguna palabra inglesa, pero lo que es española, ahí “lan cagao”, como decimos en Andalucía.
Estos individuos se distinguen rápidamente de sus congéneres. Totalmente pelaos, menos una pequeña cinta de pelo que se dejan circunferencialmente de unos 3 ó 4 centímetros de largo y que se estiran hacia arriba con gomina produciendo el efecto visual “nío de gorriones”. Seguimos con la visión resbalándonos a su rostro y descubrimos los llamados “piercing”. En estos artilugios vemos el poder adquisitivo de ellos. Unos son de plata, otros de metal puro y duro y que suelen ponérselos al final de la ceja. Canijos, con chaquetas que caben tres dentro y los pantalones con los fondillos casi en el suelo, que parecen bollos metíos en una talega. ¡Ah! Y ¿qué me dicen ustedes de los zapatos-botines? No sé ni cómo pueden andar los mú joíos. De pezuña de elefante.
Ya cuando se visten de lujo llevan sus nickis blancos con anuncio de la NBA en rojo y bordeados en dorado o plateado, su gorrita con la visera de lado o patrás que parecen que van a coger ranas. Si, si, ranas, porque si vas a una charca y te pones la visera patrás, pues las ranas piensan que estás mirando pa otro lado, se confían y ¡ahí te cojí!
Y cuando le dan al tema, ya sea DJ Lazer, Juaninacka o Suko, ¡qué meneo de manos! Así con los dedos puestos a modo de caracol con los cuernos pa fuera y el revoleo que le meten a esas manitas, que parece que están queriéndose soltar una cascarria. Y la letra tampoco se queda atrás. Cualquiera puede hacer letras que, con tal de que rimen, da igual lo que estés diciendo. Ahora, eso sí, tiene que tener algún tipo de protesta o censura contra algo o alguien. Tampoco vas a mirar porque ya con que ellos protesten, ya llevan bastante.
Ejemplo de letra: (imaginado siempre el meneíto de manos)




En tu puerta me cagué
Creyendo que me querías
Ahora que sé que no me quieres
Dame la mierda que es mía.




Los hip-hoperos, aparte de que es un sucedáneo del Rap –éste degradado hasta su más infame bajura. Visten igual, andan igual, o sea, como si estuvieran cojos o tuvieran un callo que no los deja vivir, pero su música…jejejeje ¡qué peaso música tienen, tío! O sea, vamos a vé cómo te explicaría yo este sonido tan celestial, tan armónico…¡ya! Mira: coge una lata vacía de tomates, coges dos palos y empieza a dar por ambos lados alternativamente. ¡Quillo! O como diría un gaditano ¡Picha! Te oye algún magnate de una discográfica y te has forrao entre hoy y mañana.
De ellas solo puedo decirte que son gente muy sana, saludable, se duchan a diario porque se nota, pero todo en esto tiene un pero. Se pintan que parecen las novias de Drácula. Ellos también, digo que también se duchan. En eso sí que son mejores que los antaño, aunque a diferencia de ellos, los de aquélla época, que se morían por hincarle el diente a una tía, más salío que el pico de una plancha y más caliente que las pistolas del Coyote, hoy ellos no echan cuenta de las tías y ellas están que se suben por las ramas deseando coger a uno de ellos y hacerlo un hombre.

Moraleja: Antes: no se podía y estábamos deseando. Ahora: ¿Se puede? ¡Adelante!

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